Ni contigo, ni sin ti. Ni con el fracaso, ni con la victoria momentánea. Ni con la feliz tristeza, o la triste felicidad. Ni con una contradicción. Ni con una adicción hemos sabido luchar. Ni con la complicada simplicidad, o la típica paradoja, o el rojizo azulado, o con la expresión de una seria sonrisa, o una palabra vaga y sus limitaciones, hemos sabido hablar mejor. Ni con nada más que añadir, ni si quiera con un arte. Ni conocerte, ni con saberte, ni con encontrarte ahí. Ni con estas faltas, y esos valores que abarcan el triunfo de una historia machacada, hemos sabido hablar mejor.
Ni más alto , ni mas claro, ni menos fuerte, ni más raro , ni más de nada hemos sabido seguir.
Ni más alto , ni mas claro, ni menos fuerte, ni más raro , ni más de nada hemos sabido seguir.
Ya, ya lo sé. Ni con todo hemos tenido algo. Ni con la frase del amor hemos retenido la mirada más de un segundo. Y así, sin preguntas ni contestaciones, en las ecuaciones de una física , de un química sobrenatural, de una relación con la vida inesperada, hemos sabido combatir mejor.
No sé si algo de esto tiene un sentido,
pero ni con el sentido,
he encontrado el mío propio.
Entiende que ni con saberlo he comprendido mejor que ahí a lo lejos, muy lejos de palabras, de señales, de colores, de amores y amistades, de pasiones y traiciones, de ambiciones rotas. Ahí, detrás del alma, del sentimiento, del corazón, de la pura reflexión. Ahí, estaba alguien. Estaba algo. Estábamos yo,
y aunque así bien no sea lo correcto,
volvía a estar yo,
y mi fórmula resuelta.
Con mis palabras.
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