No tenía muy claro si el tiempo hablaría o mataría, o si hoy era nuestro día. No me gustaba dudar mucho, prefería atender a otras reflexiones. También prefería soñar. La verdad, ya sabes que a veces soñaba contigo. Me gustaba imaginarme a grandes rasgos la felicidad, y entonces supe que no podía depender de nada más que de aquellas personas que realmente me querían.
Ya no bastaban palabras, ni promesas , ni compromisos , ni huecos en frases vacías, ni amor a medias, ni corazas tan duras, ni miedos residuales de un amor que a veces no era. Sólo bastaban triunfos, esfuerzo, éxitos en el amor, hacer felices a los que te rodean y aprender que, en realidad, no somos mejores por lo que somos, sino por todo lo que hacemos. Y, por eso, -concluyo- quería ser yo aquella persona que hiciera contigo lo que el sol hace con el hielo, lo que la luz hace con la oscuridad, lo que la sonrisa hace con la injusta tristeza. Quería, sin lugar a dudas, ser tu acompañante aquí. Sinceramente, sólo era cuestión de suerte. Luego, cuestión de quererte.
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