miércoles, 17 de diciembre de 2014

Dar y recibir.


Quizás no haya problema. Quizás solo el tiempo hable, y seguramente pueda estar aquí presente para constatarlo. Es preferible, a pesar de todo esto, no pensar mucho más. Una amiga me dijo que era mejor no pensar en lo que harías mañana. Bien, ella se levantaba por la mañana y pensaba en todo aquello que tenía que hacer. En gran medida lo conseguía, y siempre pensaba en lo siguiente que tenía que hacer. Tenía tantas cosas que hacer que no le daba mucho tiempo a pensar.
Pero sí a reflexionar, porque como es lógico, pensar por pensar no es lo mismo que reflexionar: sólo te amenazan las dudas pero no el miedo y la desorientación. Perseguía por ello esa labor de ser un poco más feliz y superar con creces cada día, a parte de intentar sonreír un poco más. Pero aquí nadie es perfecto, y yo regalaba las llaves de mi corazón, y no me importaba, porque me gustaba tener gente en casa siempre. Disfrutaba mucho de la compañía. El problema llegaba cuando abusaban de eso, o cuando perdían la llave. O  cuando no tenían muy en cuenta el orden en que ponía las cosas. Sí, es cierto que no me importaba que desordenaran un poco el asunto pero odiaba cuando me cambiaban de sitio. Y eso me pasó más de una vez.

Varias personas han venido y me han cambiado un poco las reglas de mi casa. No es bueno que se adueñen de nada. Está bien compartir, realmente, es fundamental para ser feliz. Las alegrías compartidas son dobles y las tristezas se dividen. Pero a veces, es importante cuidar, mantener, dejar las cosas ordenadas y limpias. Es preciso, sino, es posible que algún día no vuelvas a entrar. No sé, creo haberlo explicado más de una vez. El problema es otro. A lo mejor deberían ellos sentir lo mismo, a lo mejor deberían dejar a algunos pasar, y una vez dentro, enseñarles a querer a un corazón, enseñar que es mucho mejor dar que recibir, porque a veces no recibes tanto como das.

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