miércoles, 24 de septiembre de 2014

Una historia de color verde.



Eres como las tapas verdes de aquél libro. Eras una barrera que brillaba por estar siempre entre la luz y un pequeño escombro. Fuiste una primera página extraordinaria, y el final más rancio y triste para cualquier espectador en una sala de cine.
La verdad es que te parecías a mi cuando sonreías, supongo que solo tratabas de ser feliz de alguna manera. Como alguna vez me dijiste, fuiste el hola más deseado y el adiós más difícil. Quisiste serlo y lo conseguiste.

No me importa recorrer esa historia  pasando página por página el acontecer de nuestras días. Las yemas de mis dedos podían esperar quizás tu piel pero no podían no volver a escribirte. Era mi carácter exhaustivo, firme y soñador el que aún me impulsaba a creer en que el amor podía con todo. Y aún hoy dudo.  Por eso me sentía feliz al leerte en esas primera lineas. Eran versos puros, plenos y llenos de lealtad.

Y es que pensaba que iba a ser algo que jamás fui para ti.

Quizá tú no te acuerdes, incluso sé que a lo mejor no esperas nada más de una historia rota e inválida.

Está bien,
quizá siempre he sido suficientemente fuerte como para poder recordarte sin que me duela.

Jamás fuiste más real que esas líneas que jamás dejé de escribir.

Y es que la última página jamás existió.

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