lunes, 6 de abril de 2015

Pequeña complejidad.





Te veo desligándote del suelo, temer a la vida como un niño que ama el mañana y  desplomarte en la soledad de tus sonrisas, en la pasión que te atrapa en colores bellos. Siempre despierto ante la duda y amando el misterio. Volvía a sonar el ruido de la libertad cuando se hacía infinito el sentimiento, y que cuando escribía, no dejaba paso a lo lógico , pues  empezó a ser fatídico. A veces,  hasta  paraba los pies al reloj, horas fugaces que controlan suspiros. Así, describir el tiempo perdido, la realidad inmersa en tu cabeza, la triste y fatídica duda, la mayor injusticia o la tormenta emocional más aplastante, resulta algo difícil a la vez que fascinante. Pero estas palabras son pequeñas para poder describir cualquier rasgo humano de lo más preciso y precioso, cualquier comportamiento clave en tu personalidad, cualquier mirada distinta, cualquier arte en tí. Esas lágrimas me dejaron descolocada en mi pequeño discurso y me llenaron de magia cuando te vi sonreír de nuevo. No podía encontrar más teorías y volví a perderte el rastro.  Me destronaste la razón que reinaba y me quitaste la batuta del amor, pero me diste sueños escondidos en baúles que aún olían a recuerdos, y segundos que sabían a eternidad.

Tu maestría en palabras o en sonrisas se entremezclaban y me dejaban respirar el aire que empujaba a tus abrazos, que eran aquellos pasos encontrados. Encontré inspiración en tu corazón y arte en tu complejidad, tan paradójicamente simple. Me gustaba que me cambiaran las cosas de sitio y me dejaran tiempo para recuperar el orden. A veces, por eso, escribía cosas como esta. A lo mejor carecían de sentido, de razones sólidas o de ideas claras, pero sobraban motivos y no podía haber más naturalidad en cada frase, ni más dinámica en el baile de palabras que ríen al adversario cuando les acecha y las quiere malinterpretar.


























No hay comentarios:

Publicar un comentario