No siempre es mutua esa acción de frenar: yo no frené. Supongo que esos miedos me llevaron a acomodarme en una situación que a veces resultaba bastante impertinente. Lo más extraño de todo esto, es que era inverso el hecho de marcharme con el de sufrir. Algunas luces comenzaron a salir. Aunque siempre alumbraba más la luz de la esperanza.
Desmaquillamos, por tanto, el hecho que nos perturba. Vemos que detrás de algunos colores se escondían tinieblas. Pero que detrás de algún adiós siempre existía un enorme "hola" que me invitaba a pasar. Y yo, claro que pasaba. No solo pasaba, sino que además me instalaba. Creo que aún me cuesta marcharme. De hecho, veo muchas sombras reflejadas, a veces, en mis sueños.
Es bastante bonito, la verdad, irte de un lugar sabiendo que no puedes arrepentirte de nada, que hiciste las cosas bien; que has marcado. Sabiendo que, a pesar de todo, existe un sentimiento. Está latente, y además, creo que lo estará por mucho tiempo aunque varíe su intensidad. No obstante, me remito a lo primero: hay que frenar.
Nunca se sabe si es una mala, o buena decisión. Creo que el tiempo es sabio y sabe hablar muy bien sobre esto. Tampoco creo que el amor baste, supongo que querer implica cierta entrega, o al menos para mí. Aunque claro, todos tenemos unos topes, y quizás a nuestra edad no todos puedan superarlos.
Algún día, seguramente, las cosas las veremos con una claridad inmensa. A mi no me gusta negar que la vida pueda ponernos en frente algunas realidades que nos cambien de opinión. Es decir, todos podemos rectificar. No obstante, es preciso que las situaciones cambien, para poder ver mejor.
Nunca sabré muy por qué si dos personas se quieren, han de largarse. Creo que tampoco es precisa una explicación lógica. No siempre el amor entiende a la razón, o la razón al amor. Pero si "dejar de sentir" es posible, entonces, nos dejaremos llevar por la razón.
Si bien es cierto , además, que quien no deja de sentir fácilmente tomará las decisiones no tanto desde la razón, sino desde el corazón.
El caso es que la vida pasa, y es larga. Que las cosas cambian, o a veces, se quedan igual. Que ser positivo o pesimista, son solo engaños, y que en esto, es mejor ser realista. Aunque sea injusto que los sentimientos de una persona no siempre se vean compensados por los sentimientos de otra, hay una realidad que late, que palpita, que retumba las paredes del recuerdo. Pero también hay un sentimiento que sigue latente, que no está muerto, que no morirá, y que, a fin de cuentas, nos hace apreciar lo que tuvimos y valorar lo que queremos ahora.